TEXTO LUCIO VALMAGGIA
FOTOS JULIA GUTIÉRREZ PARA ESTUDIO ACH

¿Tenés una profesión oculta?
No, trabajo de nadadora.
CRAWL
Luego de curarse de una lesión en el hombro derecho que la mantuvo fuera del agua por un mes, Bardach fue la abanderada de la delegación argentina en los Juegos Odesur, disputados en noviembre de 2006. Antes de que se desarrollara esa competencia, ella y José Meolans anunciaron que no correrían si el cuerpo técnico no reincorporaba a varios nadadores del equipo nacional que habían sido excluidos. Finalmente, el problema se solucionó y la nadadora de 23 años ganó 5 de las 19 medallas de oro que la natación le aportó al país y que sirvieron para que Argentina encabezara el medallero general.
¿Por qué empezaste a nadar?
[Sorprendida] ¿Por qué? Porque me mandaron. Vivíamos a una cuadra de un club y un día me dijeron: “Bueno, andá a nadar”. Al principio, no me gustaba. Fui a cursos de natación desde los cuatro años y recién a los siete aprendí a nadar.
¿Hay otros nadadores en tu familia?
Mi abuela paterna, mi papá y todos mis hermanos. Jennifer, que me sigue a mí [Georgina es la mayor de cuatro hermanos], nadó hasta los 17 y fue segunda en un torneo sudamericano; Nacho, que tiene 19, se puso a nadar porque tenía un problema en una rodilla; y Virginia, que tiene 14, ya está en la Selección de Mayores.
De chica, ¿practicabas algún otro deporte?
Hockey y tenis.
¿Te gustaban más que la natación?
No. No me gusta correr. En hockey, la sola idea de recibir un bochazo me daba miedo [risas].
¿Cómo llegaste a competir profesionalmente?
Participé por primera vez en un torneo nacional a los 9 años. Después, las cosas se fueron dando solas. Cuando empecé a nadar, no tenía un objetivo preciso. Me gustaba ese deporte y punto.
¿A qué edad te diste cuenta de que tenías buenas condiciones?
Debo reconocer que, de chica, no era muy buena. Recién cuando cumplí 15 empecé a hacer mejores tiempos. Entrenaba prolijamente, pero no soñaba con ser nadadora. En la actualidad, me tomo este trabajo como una diversión. Me mato en los entrenamientos, pero nadie me obliga a hacerlo, lo hago porque me divierte.
¿Cómo llegaste a Sydney 2000, donde participaste por primera vez en los Juegos Olímpicos?
Como acababa de cambiar de club, fui a Sydney para ver qué onda. Me interesaba tener esa experiencia. No podía pensar en otra cosa y me fue bastante bien. Esa vivencia me preparó para Atenas, mi segunda experiencia olímpica. Cuando llegué a Australia, tenía 17 y todo me llamaba la atención.
PECHO
En 2003, la nadadora cordobesa ganó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo en los 400 metros medley (100 metros para cada estilo: mariposa, espalda, pecho y crawl), la prueba que luego sería “su prueba”. En esa especialidad, Bardach ganaría un bronce en Atenas.
¿Con qué expectativas llegaste a Grecia?
Mi objetivo principal era, como mínimo, llegar a la final, donde compiten ocho nadadoras. Por suerte, hice un muy buen tiempo, gané la medalla y, gracias a eso, quedé sexta en el ranking mundial.
¿Qué sentiste cuando anunciaron que habías salido tercera?
Fue bastante loco porque, mientras competía, estaba convencida de que, en mariposa y en espalda, estaba más cerca de la punta. Cuando terminó la carrera, dije: “No puede ser”. Para mí, estaba súper cerca. Cuando faltaba poco para el final, me sentía muy bien y pensaba que iba a obtener una medalla. En ese momento, miré de reojo a mi entrenador [Héctor “Bochi” Sosa], que se sacó la remera y empezó a apurarme. Entonces, pensé: “Vengo muy bien o vengo muy mal”. Llegué, levanté la vista y lo vi festejando. Recién ahí me relajé.
En cuanto saliste de la pileta, ¿qué hiciste?
Necesitaba abrazar a alguien. Al principio, saludé a la ucraniana que estaba al lado de mí y que había ganado, pero necesitaba festejar con mi entrenador.
¿Cuándo tomaste consciencia de lo que habías logrado?
Todavía no caí del todo. Si me pongo a pensar en lo que conseguí, tengo miedo de que se me vayan las ganas de seguir nadando. No puedo pedir nada más. A veces, pienso: “Una medalla olímpica es lo máximo y yo la gané, ¿qué hago ahora?”.
¿Cómo cambió tu vida después del bronce en Atenas?
Al principio, la pasé bastante mal. Llegué a mi casa y, durante tres meses, no quise salir. Mis hermanos, con quienes salgo siempre, no me querían acompañar a ningún lado. Además, soy muy tímida; entonces, cuando la gente se acerca a saludarme, a pedirme un autógrafo o a sacarse una foto, me da cosa (a veces, pienso que se equivocaron de persona, que se confundieron). A pesar de eso, ahora estoy manejando mejor este tema.
¿Cuáles son los aspectos positivos de haber ganado esa medalla?
Como todo, tiene sus cosas buenas. Quizá se trata de boludeces, pero se te abren muchas puertas. Por ejemplo, a mí me gustan mucho los Babasónicos y, cuando tocaron en Córdoba, me dejaron pasar al camarín y me saqué una foto con ellos. Re cholula. Si no hubiese sido por los resultados que obtuvimos José Meolans y yo, en los Juegos Odesur no nos hubieran dado bola. Uno tiene cierto poder para decir: “Basta de cagar a los deportistas”. El problema es que hay muchos dirigentes que piensan que, sin ellos, el deporte no existiría. Eso es una estupidez. El deporte no existe sin deportistas y, a veces, incluso, estaríamos mejor sin los dirigentes.
En Argentina, eso también ocurre con otros deportes. ¿Por qué pensás que sucede?
Creo que los dirigentes buscan protagonismo. Si querés ser un buen dirigente, tenés que tener siempre en claro que tu función es ayudar a los deportistas, pero lo cierto es que hay muchos dirigentes que se acercan al deporte con el objeto de figurar.
¿Qué distingue a los deportistas argentinos de, por ejemplo, los europeos?
Los deportistas argentinos, en general, tienen más hambre de ganar que otros a los que, tal vez, no les cuesta tanto entrenarse, viajar y competir. Pelear contra todo se torna, a veces, algo positivo, algo a favor.
LEE LA ENTREVISTA COMPLETA EN LA EDICIÓN Nº 35 DE REVISTA G7.
TIRARSE A LA PILETA, por José Meolans.
Puedo destacar muchas cualidades de Georgina. Desde la forma en que entrena (se sacrifica y es súper profesional) hasta el modo en que plantea la estrategia de sus participaciones. No hay mucho por decir que ella no haya demostrado en una pileta. Después de ganar la medalla en Atenas, mantuvo la humildad que la caracteriza desde que comenzó su carrera. Georgina es una de las mejores nadadoras del mundo y le va a seguir aportando muchas satisfacciones a la natación argentina. Más allá de eso, es una gran amiga.
Extraído de la web de G7
http://www.revistag7.com/2008/site/elelegido/elelegido.php?id=4258